El estruendo y el barullo de aquella tarde taladraban con insistencia la cabeza de Gino, todos se veían tan felices, auténticamente felices, insoportablemente felices, tal parecía que la alegría desbordada no cabía en aquel pequeño salón asfixiándolo, intentando entrar en cada poro de su piel a fuerza de las insistentes felicitaciones , se esmeraba por sonreír al menos nadie podría culparlo de ser un amargado, sus carcajadas se habían convertido en una válvula de escape, por la que liberaba de vez en vez cierta dosis de dolor, el suficiente para no volverlo loco, pero guardando el necesario, como recordatorio.
-¿Qué pasa?- pregunto Rosie, quien lo había visto escapar hacia el jardín y tomar asiento en una de las bancas
-¡Nada! ¿Qué habría de pasar? ¡Es mi cumpleaños estoy feliz! – respondió Gino con una gran sonrisa
-Te conozco ¿Tengo que recordártelo? – insistió Rosie
Gino sabía que no podía engañarla, por increíble que a veces le pareciera, él era como un vaso de cristal en sus manos, poco o nada podía ocultarle, era quizá por esa razón, que se había convertido en su mejor amiga, el cariño que Rosie le tenía, hacia tiempo había pasado de una simple atracción, era más como el cariño hacia un hermano, lo que le hacía anhelar con todo su corazón lo mejor para el.
-¿Hasta cuándo Gino?- la pregunta había dado en el blanco y el solo atinó a apoyar sus brazos sobre sus rodillas, llevando sus manos a la cabeza.
-He hecho cosas terribles-
-De lo cual estas arrepentido lo sé, la pregunta es ¿Es necesario traerlo contigo a cada instante?-
-Estoy muy dañado, más allá de lo recuperable-
– Y aun cuando pudieras ponerte a cuentas con cada una de esas personas, aun cuando te pusieras a cuentas con Dios, si no lo haces contigo mismo, seguirás castigándote, aun cuando te repitan tantísimas veces que a ellos ya no les importa tu pasado –
-No entiendes-
-Si entiendo-
-No soy bueno-
-¿Te das cuenta? Aquí estas de nuevo reprochándote, castigándote, despreciándote por cosas que ya quedaron en el pasado, y mientras no lo hagas, no podrás se feliz, seguirás fingiendo ante los demás, y lo que es peor, seguirás lastimando a otros, convenciéndote a ti mismo que al fin y al cabo eres la maldad personificada- continuo Rosie provocando una sonrisa retorcida en Gino con su última frase
-¿La maldad personificada? …¡Vaya! Esa es nueva, la agregare a mi lista-
-Tu ancla está echada en el pasado, de ahí parte todo, y sabes no debería ser así si te hace daño, si afecta tu presente y por consecuencia tu futuro y el de los que están a tu alrededor-
Como otras veces las palabras de Rosie le escocían, no buscaba su consuelo, ni el de nadie pero en algo tenía razón algunas veces lastimaba con sus palabras a otros sin merecerlo, solo por sentirse odiado, alimentando la idea de no ser bueno para nadie.
– ¡Se libre! ¡Se feliz hombre! – continuo Rosie dándole un empujoncito con su hombro, regalándole una sonrisa.
-Mereces ser feliz, profundamente feliz, sin fingimiento, y sabes eso no pasará hasta que te perdones a ti mismo, hasta que eches fuera de ti toda esa basura maloliente que llevas años cargando, guardando celosamente dentro de ti, hasta que entiendas que todo eso ya no importa, que no se puede cambiar lo que ya pasó, pero que si puedes cambiar lo que hay a partir de hoy-